domingo, 19 de junio de 2011

A FAVOR. Dmp65.

Estos días recuerdo, una vez más, que las generalizaciones siempre son injustas. También cuando pretenden descalificar a todos los políticos. También cuando pretenden desacreditar todo el movimiento del 15-M.



Para esta tarde se esperan grandes manifestaciones. ¡Ojalá sean pacíficas! Y (¡ojalá, también!) sean a favor.



Culpar de todo a los políticos es, además de injusto, absurdo. No hay duda de que muchas de sus acciones merecen nuestra crítica y quien se dedica a la política debe ser capaz de asumir esa crítica. Pero el desprestigio generalizado de la clase política, que tanto se fomenta estos días, no nos lleva sino a la desazón. Uno de los manifestantes le pedía el otro día a un político que repartiera su sueldo con ellos; a otro manifestante le tocó La Primitiva, abandonó la concentración y nadie le ha pedido que reparta su premio. Soy de los que entienden que los políticos de primera línea tienen que cobrar altos sueldos, por dos razones básicas: para que sean acordes con la responsabilidad que asumen y para evitarles la tentación de meter mano en la caja común. Dicho esto, también soy partidario de revisar la cuestión de las pensiones de los políticos, aclarando, sin embargo, que muchas de las afirmaciones que estos días corren por la red (en forma de PowerPoint, cadenas de correos y otros formatos) no se ajustan a la verdad. Igualmente, soy de los que acepta que hemos de apretarnos el cinturón, pero exijo de los dirigentes ejemplaridad: no me pueden pedir austeridad a mí al tiempo que, por ejemplo, el parlamento europeo rechaza una propuesta para que sus diputados viajen en los aviones en clase turista. Esas incoherencias no puede entenderlas el ciudadano; contra ellas, todos protestamos.



En cuanto al movimiento 15-M, desde el inicio le reconocí el mérito de ponernos a todos en una dinámica nueva para algunos: la de pensar. Y a los políticos, en un apuro. Quienes gobiernan entendieron enseguida que la fuerza física contra el movimiento, aunque legítima, no iba a erradicarlo sino a engrandecerlo ante la opinión pública. Así fue en Barcelona: la actuación de los mossos d’esquadra un viernes por la mañana congregó multitudes por la tarde a favor de los concentrados. A mi entender, ahora se ha emprendido otra estrategia, en la que colaboran las autoridades y los grandes medios de comunicación: desacreditar todo el movimiento identificándolo con los violentos. Otra generalización injusta. El problema viene de lejos: en Barcelona hace años que se es muy permisivo con ciertos elementos radicales y violentos que aprovechan cualquier ocasión para hacerse notar (por ejemplo, las celebraciones de victorias futbolísticas). Recuerdo que, cuando vivía en el barrio de Gràcia tuve que presenciar verdaderas batallas campales de estos elementos contra las fuerzas del orden. ¿Quién podía ser tan iluso de esperar que, en esta ocasión, se mantuvieran al margen?



El error de la clase política, y en especial de quienes nos gobiernan, ha sido creer que este movimiento duraría cuatro días y que moriría por aburrimiento e inanición; su error principal ha consistido en no cambiar en absoluto sus actitudes (basta con ver los estériles enfrentamientos PSOE–PP). El error del movimiento 15-M ha consistido en no prever que los violentos podían aprovechar su repercusión. Pero, a mi entender, su principal error ha consistido en que, habiendo sabido subrayar los defectos de nuestro sistema (como el profesor señala, en color rojo, los errores en el examen del alumno) no han tenido en cuenta todo cuanto hay de positivo (como si el profesor no puntuara las respuestas acertadas). El error principal ha consistido en no ofrecer alternativas.



Ojalá a partir de ahora nos manifestemos y actuemos todos a favor: a favor de conservar lo bueno que tenemos (y que tanto costó conquistar a las generaciones que nos precedieron) y a favor de mejorar aquello que no funciona correctamente.




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