Jn. 5,31-47
Recibir a Jesús. Una de las “obsesiones” (llamémoslo así) de Juan en su
Evangelio. Ya en el prólogo nos dice aquello de “vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron”. (Jn. 1,11)
Recibir a Jesús tiene que ser la “obsesión” de quienes nos llamamos
cristianos: acogerlo en nuestro corazón, en nuestro interior; descubrirlo en
los Sacramentos; auxiliarlo en el hermano, sobre todo en el más necesitado.
Saber y creer y aceptar que Él está presente en el pobre, en el migrante, en el
sin techo…
¿Por qué hacemos genuflexión ante el sagrario y no ante el hermano? ¿Por
qué nos parece más real, más mística y profunda, su presencia en las especies
de pan y vino que en el pobre? ¿Por qué podemos ser de comunión diaria sin
comulgar con el necesitado?
“Yo he venido en nombre de mi Padre
y no me recibisteis”.
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