El trabajo
268. «[…]
El trabajo puede definir el uso del tiempo y puede determinar lo que pueden
hacer o comprar. También puede determinar la calidad y la cantidad del tiempo
libre. El trabajo define e influye en la identidad y el autoconcepto de un
adulto joven y es un lugar fundamental donde se desarrollan amistades y otras
relaciones porque generalmente no se trabaja solo. Hombres y mujeres jóvenes
hablan del trabajo como cumplimiento de una función y como algo que proporciona
un sentido. Permite a los adultos jóvenes satisfacer sus necesidades prácticas,
pero aún más importante buscar el significado y el cumplimiento de sus sueños y
visiones. Aunque el trabajo puede no ayudar a alcanzar sus sueños, es
importante para los adultos jóvenes cultivar una visión, aprender a trabajar de
una manera realmente personal y satisfactoria para su vida, y seguir
discerniendo el llamado de Dios».
269.
Ruego a los jóvenes que no esperen vivir sin trabajar, dependiendo de la ayuda
de otros. Eso no hace bien, porque «el trabajo es una necesidad, parte del
sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y
de realización personal. En este sentido, ayudar a los pobres con dinero debe
ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias». De ahí que «la
espiritualidad cristiana, junto con la admiración contemplativa de las
criaturas que encontramos en san Francisco de Asís, ha desarrollado también una
rica y sana comprensión sobre el trabajo, como podemos encontrar, por ejemplo,
en la vida del beato Carlos de Foucauld y sus discípulos».
270.
El Sínodo remarcó que el mundo del trabajo es un ámbito donde los jóvenes
«experimentan formas de exclusión y marginación. La primera y la más grave es
el desempleo juvenil, que en algunos países alcanza niveles exorbitados. Además
de empobrecerlos, la falta de trabajo cercena en los jóvenes la capacidad de
soñar y de esperar, y los priva de la posibilidad de contribuir al desarrollo
de la sociedad. En muchos países esta situación se debe a que algunas franjas
de población juvenil se encuentran desprovistas de las capacidades
profesionales adecuadas, también debido a las deficiencias del sistema
educativo y formativo. Con frecuencia la precariedad ocupacional que aflige a
los jóvenes responde a la explotación laboral por intereses económicos».
271.
Es una cuestión muy delicada que la política debe considerar como un tema de
primer orden, particularmente hoy que la velocidad de los desarrollos
tecnológicos, junto con la obsesión por reducir los costos laborales, puede
llevar rápidamente a reemplazar innumerables puestos de trabajo por máquinas. Y
se trata de un asunto fundamental de la sociedad porque el trabajo para un
joven no es sencillamente una tarea orientada a conseguir ingresos. Es
expresión de la dignidad humana, es camino de maduración y de inserción social,
es un estímulo constante para crecer en responsabilidad y en creatividad, es
una protección frente a la tendencia al individualismo y a la comodidad, y es
también dar gloria a Dios con el desarrollo de las propias capacidades.
272.
No siempre un joven tiene la posibilidad de decidir a qué va a dedicar sus
esfuerzos, en qué tareas va a desplegar sus energías y su capacidad de innovar.
Porque además de los propios deseos, y aún más allá de las propias capacidades
y del discernimiento que uno realice, están los duros límites de la realidad.
Es verdad que no puedes vivir sin trabajar y que a veces tienes que aceptar lo
que encuentres, pero nunca renuncies a tus sueños, nunca entierres
definitivamente una vocación, nunca te des por vencido. Siempre sigue buscando,
al menos, modos parciales o imperfectos de vivir lo que en tu discernimiento
reconoces como una verdadera vocación.
273.
Cuando uno descubre que Dios lo llama a algo, que está hecho para eso –sea la
enfermería, la carpintería, la comunicación, la ingeniería, la docencia, el
arte o cualquier otro trabajo– entonces será capaz de hacer brotar sus mejores
capacidades de sacrificio, de generosidad y de entrega. Saber que uno no hace
las cosas porque sí, sino con un significado, como respuesta a un llamado que
resuena en lo más hondo de su ser para aportar algo a los demás, hace que esas
tareas le den al propio corazón una experiencia especial de plenitud. Así lo
decía el antiguo libro bíblico del Eclesiastés: «He visto que no hay nada mejor
para el ser humano que gozarse en su trabajo» (Qo 3,22).
(Papa
Francisco. Christus vivit.)
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