Ambientes adecuados
216. En todas nuestras instituciones necesitamos
desarrollar y potenciar mucho más nuestra capacidad de acogida cordial, porque
muchos de los jóvenes que llegan lo hacen en una profunda situación de orfandad.
[…] las comunidades como la parroquia y la escuela deberían ofrecer caminos de
amor gratuito y promoción, de afirmación y crecimiento. Muchos jóvenes se
sienten hoy hijos del fracaso, porque los sueños de sus padres y abuelos se
quemaron en la hoguera de la injusticia, de la violencia social, del sálvese
quien pueda. ¡Cuánto desarraigo! Si los jóvenes crecieron en un mundo de
cenizas no es fácil que puedan sostener el fuego de grandes ilusiones y
proyectos. Si crecieron en un desierto vacío de sentido, ¿cómo podrán tener
ganas de sacrificarse para sembrar? La experiencia de discontinuidad, de
desarraigo y la caída de las certezas básicas, fomentada en la cultura
mediática actual, provocan esa sensación de profunda orfandad a la cual debemos
responder creando espacios fraternos y atractivos donde se viva con un sentido.
217. Crear “hogar” en definitiva «es crear
familia; es aprender a sentirse unidos a los otros más allá de vínculos
utilitarios o funcionales, unidos de tal manera que sintamos la vida un poco
más humana. Crear hogares, “casas de comunión”, es permitir que la profecía
tome cuerpo y haga nuestras horas y días menos inhóspitos, menos indiferentes y
anónimos. Es tejer lazos que se construyen con gestos sencillos, cotidianos y
que todos podemos realizar. Un hogar, y lo sabemos todos muy bien, necesita de
la colaboración de todos. Nadie puede ser indiferente o ajeno, ya que cada uno
es piedra necesaria en su construcción. Y eso implica pedirle al Señor que nos
regale la gracia de aprender a tenernos paciencia, de aprender a perdonarse;
aprender todos los días a volver a empezar. Y, ¿cuántas veces perdonar o volver
a empezar? Setenta veces siete, todas las que sean necesarias. Crear lazos
fuertes exige de la confianza que se alimenta todos los días de la paciencia y
el perdón. Y así se produce el milagro de experimentar que aquí se nace de
nuevo, aquí todos nacemos de nuevo porque sentimos actuante la caricia de Dios
que nos posibilita soñar el mundo más humano y, por tanto, más divino».
218. En este marco, en nuestras instituciones
necesitamos ofrecerles a los jóvenes lugares propios que ellos puedan
acondicionar a su gusto, y donde puedan entrar y salir con libertad, lugares
que los acojan y donde puedan acercarse espontáneamente y con confianza al
encuentro de otros jóvenes tanto en los momentos de sufrimiento o de
aburrimiento, como cuando deseen celebrar sus alegrías. […] De este modo se
abre paso ese indispensable anuncio persona a persona que no puede ser
reemplazado por ningún recurso ni estrategia pastoral.
219. «La amistad y las relaciones, a menudo
también en grupos más o menos estructurados, ofrecen la oportunidad de reforzar
competencias sociales y relacionales en un contexto en el que no se evalúa ni
se juzga a la persona. La experiencia de grupo constituye a su vez un recurso
para compartir la fe y para ayudarse mutuamente en el testimonio. Los jóvenes
son capaces de guiar a otros jóvenes y de vivir un verdadero apostolado entre
sus amigos».
220. Esto no significa que se aíslen y pierdan
todo contacto con las comunidades de parroquias, movimientos y otras
instituciones eclesiales. Pero ellos se integrarán mejor a comunidades
abiertas, vivas en la fe, deseosas de irradiar a Jesucristo, alegres, libres,
fraternas y comprometidas. Estas comunidades pueden ser los cauces donde ellos
sientan que es posible cultivar preciosas relaciones.
(Papa Francisco. Christus vivit)
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