sábado, 1 de junio de 2019

SÁBADO DE LA 6ª SEMANA DE PASCUA


Ambientes adecuados

216. En todas nuestras instituciones necesitamos desarrollar y potenciar mucho más nuestra capacidad de acogida cordial, porque muchos de los jóvenes que llegan lo hacen en una profunda situación de orfandad. […] las comunidades como la parroquia y la escuela deberían ofrecer caminos de amor gratuito y promoción, de afirmación y crecimiento. Muchos jóvenes se sienten hoy hijos del fracaso, porque los sueños de sus padres y abuelos se quemaron en la hoguera de la injusticia, de la violencia social, del sálvese quien pueda. ¡Cuánto desarraigo! Si los jóvenes crecieron en un mundo de cenizas no es fácil que puedan sostener el fuego de grandes ilusiones y proyectos. Si crecieron en un desierto vacío de sentido, ¿cómo podrán tener ganas de sacrificarse para sembrar? La experiencia de discontinuidad, de desarraigo y la caída de las certezas básicas, fomentada en la cultura mediática actual, provocan esa sensación de profunda orfandad a la cual debemos responder creando espacios fraternos y atractivos donde se viva con un sentido.

217. Crear “hogar” en definitiva «es crear familia; es aprender a sentirse unidos a los otros más allá de vínculos utilitarios o funcionales, unidos de tal manera que sintamos la vida un poco más humana. Crear hogares, “casas de comunión”, es permitir que la profecía tome cuerpo y haga nuestras horas y días menos inhóspitos, menos indiferentes y anónimos. Es tejer lazos que se construyen con gestos sencillos, cotidianos y que todos podemos realizar. Un hogar, y lo sabemos todos muy bien, necesita de la colaboración de todos. Nadie puede ser indiferente o ajeno, ya que cada uno es piedra necesaria en su construcción. Y eso implica pedirle al Señor que nos regale la gracia de aprender a tenernos paciencia, de aprender a perdonarse; aprender todos los días a volver a empezar. Y, ¿cuántas veces perdonar o volver a empezar? Setenta veces siete, todas las que sean necesarias. Crear lazos fuertes exige de la confianza que se alimenta todos los días de la paciencia y el perdón. Y así se produce el milagro de experimentar que aquí se nace de nuevo, aquí todos nacemos de nuevo porque sentimos actuante la caricia de Dios que nos posibilita soñar el mundo más humano y, por tanto, más divino».

218. En este marco, en nuestras instituciones necesitamos ofrecerles a los jóvenes lugares propios que ellos puedan acondicionar a su gusto, y donde puedan entrar y salir con libertad, lugares que los acojan y donde puedan acercarse espontáneamente y con confianza al encuentro de otros jóvenes tanto en los momentos de sufrimiento o de aburrimiento, como cuando deseen celebrar sus alegrías. […] De este modo se abre paso ese indispensable anuncio persona a persona que no puede ser reemplazado por ningún recurso ni estrategia pastoral.

219. «La amistad y las relaciones, a menudo también en grupos más o menos estructurados, ofrecen la oportunidad de reforzar competencias sociales y relacionales en un contexto en el que no se evalúa ni se juzga a la persona. La experiencia de grupo constituye a su vez un recurso para compartir la fe y para ayudarse mutuamente en el testimonio. Los jóvenes son capaces de guiar a otros jóvenes y de vivir un verdadero apostolado entre sus amigos».

220. Esto no significa que se aíslen y pierdan todo contacto con las comunidades de parroquias, movimientos y otras instituciones eclesiales. Pero ellos se integrarán mejor a comunidades abiertas, vivas en la fe, deseosas de irradiar a Jesucristo, alegres, libres, fraternas y comprometidas. Estas comunidades pueden ser los cauces donde ellos sientan que es posible cultivar preciosas relaciones.

(Papa Francisco. Christus vivit)

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