sábado, 10 de enero de 2009

LA ALEGRÍA DE SER CREYENTE. Dmp15.

La iniciativa se ha puesto ya en marcha en el Reino Unido y alguien ha decidido copiarla en España; buses urbanos lucirán pancartas publicitarias con el siguiente mensaje: “Probablemente, Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida”. Aún no circulan esos buses por nuestra ciudad y la polémica ya está en los periódicos.

Nada que objetar al hecho de que los ateos hagan propaganda de sus convicciones, como los creyentes también pueden hacerla de las suyas. Pero debo confesar que hay dos cosas en ese eslogan que llaman mi atención.

La primera es el adverbio: Probablemente. Me resulta curioso que los ateos salgan a la palestra, gasten dinero en propaganda, y sólo se atrevan a decir probablemente. ¿Hace falta tanto esfuerzo para comunicarnos que ni siquiera están seguros de sus convicciones? ¿No estaría ese probablemente más cerca del agnosticismo que del ateísmo? Como publicistas no sé si tendrían demasiado éxito: compre este producto, probablemente es bueno, pero no se lo aseguramos...
El segundo aspecto que me llama la atención y, además, lo confieso, me incomoda, es la segunda frase. Da por supuesto que, si crees en Dios, vives amargado, preocupado, y no disfrutas de la vida. Les aseguro que el Dios en quien yo creo no me provoca esos sentimientos. Es más, en algo les doy la razón: un Dios que provoque esos sentimientos no existe. El Dios en quien creemos los cristianos me ayuda a vivir en plenitud, a gozar de la vida, a llenar de sentido cuanto soy y hago. Ni me deprime, ni me preocupa, ni me impide gozar de la vida.

Ya en mi libro “En quién creemos los cristianos” (Ediciones STJ. Barcelona, 2003) yo explicaba que, para muchos de mis alumnos, fe y vida “no tienen demasiado que ver y, cuando se relacionan, hacen que la vida sea triste y aburrida. Al menos así lo creen ellos. Y, por eso, alucinan cuando me ven explicarles mi fe con cierta convicción y luego descubren que me gusta la marcha y la diversión, que el hecho de ser creyente no me amarga la vida, sino al contrario, me da motivos para empeñarme en buscar la auténtica felicidad: aquella que permanece más allá de las circunstancias favorables o adversas que nos toca vivir en cada momento”.
Pues eso. Que los ateos anuncien lo que quieran pero que no presupongan nada sobre mi vida, porque, aunque no quieran creerlo, se equivocan. Gracias a Dios.

Luis María Llena León, 2009.

1 comentario:

Ricard dijo...

hi ha bastant a dir aquí, eh!!
ja en parlarem, hehehe!

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