lunes, 9 de noviembre de 2009

LA CAÍDA DE UN MURO. Dmp30.

9 de noviembre 1989-2009. Ya han pasado veinte años de la caída del muro de Berlín y el primer sentimiento que me asalta es absolutamente personal: la sensación de que voy envejeciendo sin prisa pero sin pausa. Una sensación que se repite cada cumpleaños e, incluso, cotidianamente, pero que se ve aumentada en la efeméride de acontecimientos, sin duda históricos, que yo viví conscientemente y que ya aparecen en los libros de historia que debo explicar a mis alumnos; (me ocurre lo mismo, por ejemplo, con los acontecimientos de la transición española.)

Cayó el muro de Berlín y se reunificó Alemania, deuda histórica adquirida en la posguerra de la Segunda Guerra Mundial. Pero en un reportaje televisivo de los muchos que a la efeméride se dedican estos días, un alemán del Este se quejaba amargamente de sentirse, aún hoy, un alemán de segunda división.

Cayó el muro y con él empezó a desmoronarse el comunismo, que también fue cayendo, como por efecto dominó, en los diferentes países del Pacto de Varsovia, uno a uno. Y los recibimos alegremente en occidente, y en el capitalismo, y algunos hasta en la OTAN. Pero sigue pendiente la pregunta de si hoy viven, en verdad, mejor de cómo vivían, de si hoy hay en aquellos países, amén de más libertad y más democracia (real y no fingida), más justicia y más igualdad.

Cayó el muró y, con él, cayó el comunismo y muchos creyeron que el capitalismo era la perfección, la gran solución. Pero no podemos olvidar que el capitalismo no tiene nada de perfecto, que tiene muchos defectos y que, en el cambio sin transición que hicieron aquellos países, muchos hombres y mujeres viven hoy peor de cuanto vivían entonces (al menos, a nivel económico) y no es extraño que algunos, en esta travesía del desierto, añoren las cebollas de Egipto y piensen: “con el comunismo vivíamos mejor”.

Cayó el muro. Y todos entendemos que “el muro” fue el de Berlín. Tal vez, no deberíamos olvidar que aquél fue tan sólo un muro, sólo uno más de los muchos que dividen a la humanidad, de los muchos que continúan en pie o, incluso, de los muchos que siguen levantándose. No citaré ejemplos, los hay a cientos, aunque no todos sean muros físicos, de piedra, ladrillo y cemento (que también los hay). Cayó el muro, sí, y fue una fiesta. Pero también un compromiso: que no se levanten más muros, que no dejemos en pie tantos otros, que trabajemos porque caigan todos. Como el de Berlín.

© Luis María Llena.
Barcelona, noviembre de 2009.

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