sábado, 12 de junio de 2010

Prólogo a "Querida Esnifanía"

Las drogas están muy extendidas. Por todo el mundo. También por nuestro país, en el que tenemos una cierta facilidad para encabezar listas negativas. Hace poco se supo que España era el primer país consumidor de cocaína en proporción al número de habitantes. Como educador, me preocupa, especialmente, que los jóvenes cada vez empiecen a consumir droga a una edad más temprana, con el riesgo que eso conlleva, dado que es una edad en la que no tienen formado todavía ni el criterio ni la voluntad. Sin embargo, y como dirá La Pruden, los jóvenes no son los únicos que consumen drogas. Los jóvenes, en realidad, imitan patrones de conducta que ven a su alrededor. Los adultos también consumen drogas. Y las venden. A menudo no recomendamos a los menores aquello que los adultos se permiten. Todo esto sin referirnos a la hipocresía (o, al menos, inconsciencia) que encierra el hecho de ser muy tolerantes con algunas drogas, simplemente porque son legales.

En general, la gente se lo pasa muy bien con las drogas pero, al final, éstas pasan factura. De esto trata esta obra. No quiero hacer más introducción, subscribo cuanto dice La Pruden en el alegato final.

Sí quiero advertir, no obstante, que si usted es una persona especialmente sensible a la que con facilidad molestan (o, incluso, irritan) el lenguaje zafio, burdo y ordinario, el chiste fácil, la broma de contenido sexual o el jugueteo con las drogas, entonces usted no debe ver esta obra de teatro. Si, a pesar de todo, decide verla, después no diga que no se lo advertimos.


Luis María Llena León.
Benabarre (Huesca), agosto 2009

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