sábado, 11 de junio de 2005

Prólogo a "Mañana cumple usted dieciocho años"

¿Por qué dieciocho años? Porque así se me ocurrió; ésa es la verdad. No hay razones más profundas. Podrían ser también quince o veintiuno. Eso no importa. “Esos años no se miden (lo dirá María) contando días desde la fecha de nacimiento. Se miden por la alegría de vivir, por la esperanza, por el deseo de amar y ser amado”. En cada residencia de ancianos (en cada lugar del mundo) habrá personas dispuestas a cumplir esos dieciocho años y otras que pensarán que aquéllas están locas. Todos (con veinticinco o con ochenta años) podemos vivir mirando hacia atrás o caminando hacia adelante con esperanza, no sólo dejando pasar los días.


De esto trata esta obra. Y sucede en una residencia de ancianos (un asilo, dirán ellas). Porque he visitado muchos y me entristece su ambiente al tiempo que me cuestiona muchas cosas (demasiadas). Porque siempre se parece uno al hijo de todas las que allí habitan y siempre tiene uno la sensación de que una losa (la muerte) amenaza de inmediato a todos sus inquilinos sin permitirles vislumbrar ni la más mínima esperanza.


En una época como la presente y una sociedad como la europea, en las que la esperanza de vida se ha alargado muchísimo, debemos ir concienciándonos de que la vejez no es una sala de espera, no es la antesala de la muerte (al menos, no tan sólo). Y, para ello, es fundamental erradicar la soledad como estación de la vejez. Vivimos más y, sin embargo, la presencia de los abuelos conviviendo con sus nietos parece menos habitual que en otras épocas. Es cierto que puede haber casos particulares que así lo aconsejan o exigen, pero, en general, los niños que nunca han convivido con sus abuelos, se han visto privados de una de las experiencias más gratificantes de la infancia.


Amigo lector: Tienes ante ti una obra que afronta la cuestión de la vejez. Pero esta obra "de ancianos" no es sólo "para ancianos". Es para todos los públicos, sin excepción. Todos estamos alguna vez tentados por la apatía o la desesperanza. A todos, pues, nos va bien que nos recuerden, de vez en cuando: "Mañana cumple usted dieciocho años".


El autor.
Barcelona, mayo de 1989.

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