martes, 2 de agosto de 2011

Vigésimo quinto día y último.

Laguna de Managua.


Diriamba, martes, 2 de agosto de 2011.

A los doce años, yo ya estudiaba en un internado. Recuerdo aquellos domingos en casa cuando, después de comer, una inquietud se me alojaba en la boca del estómago sabiendo que esa noche o, a lo sumo, a la mañana siguiente había de marchar de casa e ingresar en el internado. Hoy la vuelvo a sentir e imagino que Laura la siente mucho más intensamente que yo. La oigo hablar con su padre, ya los dos en la cama. No quiere dormirse. No quiere que pase el tiempo. Ella no sabe aquel bolero, pero lo vive: Reloj, no maques las horas. Por más que la hemos cansado esta tarde, se resiste a dormir.

Hoy es mi última crónica desde Diriamba. Mañana regresamos a España. Ha sido una experiencia extraordinaria, sobre la que haré mi reflexión ya en casa, y la compartiré con vosotros. Una intensa experiencia, por el viaje en sí, por el país en sí, y por la situación familiar.

La única reflexión que hoy quiero hacer es confirmar lo que siempre he defendido, lo que tantas veces he recomendado a mis alumnos: hay que viajar. Hay que salir de casa y conocer otros lugares, otras gentes, otras costumbres… No hay libro ni escuela que pueda compararse con un viaje. Pero viajar así, para conocer otras realidades e integrarse en ellas; no, como hacen algunos turistas que vienen a España, para seguir haciendo lo que ya hacen en su país, siguiendo los mismos horarios que siguen en su país, las mismas costumbres y hasta visitando los mismos bares y locales, porque los reproducen en España para ellos… ¡No, hombre, no! Salir debe ser conocer y disfrutar de la diferencia.

Esta mañana, Omar me llevó a casa de un amigo suyo que estudia en la universidad y tiene ordenador para que imprimiera todas mis crónicas y podérselas regalar a Claudia. Me llamó la atención su ordenador: gran pantalla, gran potencia y capacidad, varias impresoras… Pero todo ello en una sala en la que, al mismo tiempo, su madre estaba cocinando, había ropa tendida, una gallina se paseaba y un televisor transmitía testimonios de conversión de personas que decían haber cambiado su vida al conocer a Jesucristo. ¿Surrealismo? No. Realismo puro. Pura realidad nica.

Todavía hoy, algunas curiosidades más. (Algunas, quizá, ya las comenté. Perdonadme si me repito).

Aquí un policía cobra unos 150 dólares USA (aproximadamente, unos 3.300 córdobas). Se puede considerar que están bien pagados. Si tenemos en cuenta esto, no me extraña que los nicas coman frijoles cada día. Los alimentos aquí son carísimos: el otro día, 10 yogures me costaron 200 córdobas. Hoy, hemos cenado 5 personas en el Tip-Top (una especie de McDonald’s nica, especializado en pollo) y hemos pagado casi 900 córdobas.

Otra curiosidad. Los cheles (os recuerdo: personas de piel blanquita) son minoría en este país y, sin embargo, la publicidad está mayoritariamente protagonizada por cheles. Me resulta curioso. Si ya en nuestro país hay una gran diferencia entre la realidad y la ficción publicitaria, imaginaos en este país.

Algo que quise comentar hace días pero creo que nunca dije: aquí el césped se corta a machete. Llama la atención ver a jóvenes (y no tan jóvenes) agachados, con un enorme cuchillo, arreglando la grama. Nada de cortadoras mecánicas.

Últimas aportaciones lingüísticas:

CHINEAR: Cargar con un niño en brazos.

PACHA: Biberón.

MECATE: Cuerda.

CACHAR: Agarrar. (Al profesor Guillermo, peruano, le llamó la atención porque en su país significa mantener relaciones sexuales).

ARRECHO: Enojado. (Lo mismo. En Perú quiere decir cachondo, o sea, excitado sexualmente).

Hasta aquí llegó mi diario nica. Prometo la reflexión, pero tardaré algunos días. Salimos de Managua mañana día 3, pero llegamos a Madrid el día 4 y a Barcelona el día 4 por la tarde. Por lo tanto, voy a estar desconectado, al menos esos dos días.

No sé si nunca me planteé venir a Nicaragua. No sé si la vida me volverá a traer alguna vez. Pero este mes de julio de 2011 estuve aquí y os lo conté.

Gracias a todas las personas que he conocido en este lugar. Muy especialmente a Omar y Claudia. También a Gustavo, al doctor Cupertino y al profesor Guillermo. Cómo no, también a Henry huesitos, por sus impagables imitaciones de los españoles y al periodista Nectalí Mora.

Gracias a todos los que habéis seguido estas crónicas cada día. A aquellos que conozco y a quienes me sois desconocidos.

Un saludo, por última vez, desde Diriamba.

¡Hasta pronto!

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