viernes, 28 de octubre de 2011

VOCACIÓN DE FELICIDAD. Dmp70.

Todo ser humano aspira a ser feliz. De diferentes formas y maneras, por caminos muy distintos, pero todos queremos ser felices. Incluso aquellos que parece evidente que transitan por senderos por los que nunca alcanzarán esa meta. En el caso de éstos, el intelectualismo moral socrático afirmaría su ignorancia; su maldad no es más que un error en la elección del bien. O sea, que, aunque equivocadamente, también aspiran a la felicidad.


Pero yo no me refiero a eso cuando hablo de una vocación de felicidad; no aludo a esa tendencia natural, casi instintiva, sino a un ejercicio consciente que, precisamente por eso, ya no es tan común. En este sentido, la vocación de felicidad no puede universalizarse.


Tener una auténtica y consciente vocación significa, en primer lugar, tomar conciencia de que hay alguien que te convoca a esa meta, en este caso la felicidad. A menudo, olvidamos que vocación deriva del latín vocatio, vocationis, que es la acción de llamar. Y, por tanto, si existe la acción hay alguien que la realiza, hay alguien que llama. Dios nos llama a ser felices. Y esa felicidad no es tan sólo una promesa de futuro sino un regalo para el presente. Todavía no podemos alcanzarla en plenitud, pero ya sí podemos gustarla. Dios quiere que seamos felices ya en este mundo y concebir el mundo tan sólo como un valle de lágrimas es, en mi modesto entender, uno de los errores de la espiritualidad católica tradicional.


Tener vocación de felicidad consiste en aceptar la vida tal como es y, no obstante, no dejarse arrastrar por el pesimismo. Consiste en esforzarse por tener la misma clarividencia para comprender, discernir y valorar en su justa medida todo lo bueno que la vida nos regala, que para descubrir lo negativo. Porque, a menudo, lo negativo eclipsa lo positivo; el dolor, cuando nos visita, se empeña en hacernos olvidar que antes fuimos felices; el llanto siempre aspira a sumergir la risa en el olvido. Tener vocación de felicidad significa, para mí, no dejarse arrastrar por esta dinámica.


Significa disfrutar día a día con aquello que hacemos, aun cuando en ocasiones nos toque hacer cosas que nunca hubiéramos elegido y, en este sentido, saber disfrutar, por ejemplo, tanto de los momentos de ocio como de los de trabajo, tanto del viernes como del lunes.


Tener vocación de felicidad no significa, pues, vivir en una búsqueda ilimitada de una utopía inalcanzable, lo cual es un ejercicio agotador por vano. Significa ser consciente de que la felicidad está aquí y ahora mismo, en la escritura o la lectura de este comentario. La felicidad está en cada minuto, en cada instante. Decía John Lennon: “Life is what happens to you while you’re busy making other plans” (“la vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes”). Lo mismo puede decirse de la felicidad, pues empeñados en buscarla en otro lugar no sabemos descubrirla aquí y ahora.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Que reflexión tan bonita y tan acertada. Enhorabuena y gracias porque da gusto leer cosas inteligentes y que, al mismo tiempo, son una ayuda para todos.
Fernando.

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