Hoy es viernes santo, el día en
que los cristianos conmemoramos la muerte de Jesucristo y, por ello, día
festivo en casi todos los países de tradición cristiana. Día que quiero
aprovechar para reflexionar sobre la asignatura de Religión en la escuela que,
una vez más, vuelve a ser rebatida (qué le vamos a hacer, es año de
elecciones...) muchas veces sin argumentos
La vigente constitución española,
en su artículo 27, afirma: "Los
poderes públicos garantizan el derecho que asiste a los padres para que sus
hijos reciban la formación religiosa y moral que esté de acuerdo con sus
propias convicciones".
Los más atrevidos osarán decir
que esto es una antigualla, una reliquia del franquismo que apareció ahí dado
el contexto histórico en el que la constitución fue redactada. Habrá que explicarles,
sin embargo, que esa redacción casi copia el Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos (adoptado por la ONU en 1966) y, en definitiva, desarrolla
el artículo 26 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948): "Los
padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de
darse a sus hijos".
Según todo esto, la clase de religión es un derecho y no una obligación
de todo alumno. Todo centro educativo debe estar obligado a ofrecerla pero
ningún alumno debe ser obligado a aceptarla. Debemos sobreentender que, en el
caso de los menores de edad, la decisión corresponde a los padres. Y esto es
aplicable a todas las religiones (al menos, a las mayoritarias, por una
cuestión práctica).
Me gustaría que se me explicara qué hay en todo esto de actitud
antidemocrática o de reliquia del franquismo, época y sistema en los cuales se
imponía a todos los ciudadanos la enseñanza de una única religión, la católica,
que era la oficial del Estado.
Así, pues, en un sistema
educativo que permite al alumno escoger materias optativas sobre muy diversas
cuestiones y campos del saber, no acaba de entenderse por qué entre tales
materias optativas no pueda escoger la religión o por qué ésta haya de tener un
tratamiento diferente, por ejemplo, no siendo evaluable.
Es verdad que esto obliga a los
profesores de religión a no confundir la asignatura con la catequesis. La
catequesis educa en la fe a quienes ya la profesan; la asignatura no tiene por
qué presumir la fe en ninguno de los alumnos a los que transmite en qué
consiste el cristianismo, qué valores defiende y cómo los manifiesta.
En mis muchos años como profesor
de religión, he tenido muchos alumnos que se han declarado agnósticos e,
incluso, ateos, así como alumnos que profesaban otros credos. Nunca ha sido un
problema para mí ni para ellos, pues sólo he pretendido ofrecerles los
conocimientos básicos para que su opción personal fuera hecha desde el
conocimiento y, por ello, más libre.
Luis María Llena.
3 de abril de 2015. Viernes Santo.
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