Melilla, viernes
29 de julio de 2016.
Hoy
ha sido el último día de colonias y de nuestro trabajo con menores. Las
lágrimas han estado presentes durante todo el día. Monitoras y niños
emocionados.
Anoche
nos acostamos tarde, la fiesta moruna duró hasta pasada la media noche. Por
cierto que, entre cantes y bailes, aprendí que sólo visten chilaba las mujeres,
lo que yo llevaba era una ragbeia.
Por
la mañana, hemos ido a recoger a los de la Purísima, pero ya no quedaba nadie.
Como había corrido el rumor de que íbamos a la piscina, todos estaban ya
bajando al centro de la ciudad. Hemos estado un rato en el parque Hernández,
haciendo juegos de palabras con letras dibujada cada una en un folio. Algunos
han sido capaces de construir muchas palabras en español.
Hemos
ido a la piscina hacia las 11:15 horas. No queríamos encontrarnos con los de la
gota de leche, pero nos hemos cruzado. Abrazos y lloros de los niños y niñas,
emoción en las monitoras. Hoy nos hemos repartido la piscina en dos turnos: a
las 10 los de la gota de leche y a las 11:15 los de la Purísima. Habíamos
decidido que, para evitar el follón del viernes pasado, sólo permitiríamos
entrar a aquellos muchachos que han estado con nosotros cada día, entre otras
razones porque sólo teníamos 30 gorros que eran necesarios para bañarse en la
piscina. Az-Dinne ha decidido no entrar si no dejábamos entrar a sus amigos. Un
gesto loable, pero que no podía hacernos ceder.
¡Cómo
han disfrutado los chavales en la piscina! Viéndolos, no he podido evitar
acordarme de mis sobrinos, que gozan de una piscina todo el verano y, a menudo,
no saben valorarla…
A
la salida, besos y abrazos junto a palabras de agradecimiento. De ellos hacia
nosotros y también de nosotros hacia ellos. Impresionaba ver a esos muchachos
de 16 y 17 años con los ojos mojados en lágrimas. Yo las he dominado, pero
Mohamed me ha dicho: Yo sé que no lloran
tus ojos, pero llora tu corazón. Y, entonces, claro, se me ha nublado la
vista.
Por
la tarde, ya en casa, hemos tenido la fiesta final de colonias. Los diferentes
grupos han bailado bajo un calor bochornoso y, al final, hemos repartido un
helado. Entonces ha habido tormenta pero han caído cuatro gotas.
Con
esto se termina mi día a día en Melilla. Toca volver a casa donde, con calma,
intentaré hacer una reflexión global de esta experiencia.
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