Melilla, lunes
25 de julio de 2016.
Hoy
hemos empezado la segunda semana de este campo de trabajo. Hemos retomado la
colonia y el trabajo con los menores. Pero hoy mi reflexión no es sobre ellos,
sino sobre los jóvenes que colaboran en este campo de trabajo como voluntarios.
Ellos son presente y futuro de este mundo nuevo que queremos construir entre
todos. Ellos dedican una parte de su tiempo y de su dinero a colaborar en esta
obra de bien y a ellos quiero rendir esta tarde mi homenaje.
A
menudo se habla mal de los jóvenes. Toda generalización es injusta, también la
de los jóvenes. Yo que trabajo día a día con ellos sé que no todos son iguales:
cada uno es como es, con sus gustos, sus creencias, sus valores… Porque los
jóvenes tienen valores, aunque no sean nuestros valores o los que nosotros
querríamos ver en ellos. Ya en tiempos de Sócrates (siglo V aC) había quien
tenía la sensación de que con esa juventud no se podría ir a ningún lado, no
había futuro y, sin embargo, hasta aquí hemos llegado.
Dice
el refrán que “hace más ruido un árbol
que cae que un bosque que crece”. A menudo, las noticias negativas sobre
los jóvenes son las que recibimos: que si drogas, alcohol, botellón, peleas,
accidentes de tráfico… Pero los jóvenes no son sólo eso, también son ilusión,
esfuerzo, entrega generosa… Como estos jóvenes con quienes comparto esta
experiencia de Melilla.
Cada
día he querido titular mi comentario con el nombre de alguno de los
destinatarios de nuestra misión aquí; hoy lo hago con los nombres de todos y
cada uno de los jóvenes que han hecho posible esta experiencia.
Abel,
Ainara, Àlex, Amel, Bea A., Bea E., Carolina, Carmen, Elena, Fati, Hamete,
Jesús, Juani, Julia, Lidia, Manu, María C., María G., Marimón, Miren, Moha, Nazaret,
Noemí, Nuria, Paula, Raquel y Sonia.
Para
ellos mi reconocimiento y mi gratitud por todo lo que estoy aprendiendo con
ellos y de ellos.
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