Mc. 12, 28-34
"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser".
"Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser".
Amar a Dios no puede ser un precepto. Amar a Dios es la consecuencia lógica
de sentirse amado por Él de un modo infinito e inmerecido.
En esto consiste el amor, dirá san Juan, en que Él nos amó primero. Descubrirlo es cambiar de perspectiva,
es bucear en profundidades inefables y empezar a intuir en qué consiste el amor
verdadero. Sólo así se despierta en nuestra fragilidad el deseo de amar sin
medida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario