jueves, 11 de abril de 2019

JUEVES DE LA 5ª SEMANA DE CUARESMA


Jn. 8,51-59
“El que guarda mi palabra, no probará la muerte jamás”.

Estos días comparto sentimiento con un antiguo alumno, hoy amigo, que, con veintipocos años, acaba de perder a su padre. Me siento muy cercano a él y a toda su familia. La muerte es siempre dolorosa, más cuando nos sorprende a edad temprana. Con veintipocos años yo asistí a mi abuela en el trance de morir y quedé impresionado de esa experiencia que muchos no hacen jamás. Si para mí fue doloroso, imagino cómo debe de serlo asistir a la muerte de tu padre a esa edad temprana…

Al acompañar estos días con el recuerdo y la oración a mi amigo y su familia, resuenan estas palabras de Jesús de un modo más profundo y más esperanzador: “El que guarda mi palabra no probará la muerte jamás”. Todos tenemos que morir. Mi propia abuela solía repetir: Lo único que tenemos seguro desde que nacemos es que tenemos que morir. Pero fiarnos de la palabra de Jesús nos hace entender la muerte como un paso, como un cambio, y no como un adiós definitivo.

Sé que muchos pensarán que eso es tan sólo un consuelo para pusilánimes que no saben afrontar el sinsentido de la vida y que, de este modo, intentan huir cobardemente de ella. Y, sin embargo, yo siento que eso le da a la vida una amplitud y una fuerza  que te hace vivir el presente con coraje. Aunque muchos prueban la muerte en vida porque no aciertan a vivir con sentido.



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