Jn. 7,40-53
“¿También vosotros os habéis dejado
embaucar?”
La pregunta resuena en mí de forma hiriente porque es la pregunta de muchos
de mis contemporáneos, de muchos de mis amigos, incluso. Quien no ha hecho
experiencia de Jesús, no entiende que pueda ser motor de una vida, centro,
origen y meta, sentido…
Sólo la relación personal con Jesús nos hace descubrir al Mesías, al
Ungido, al Cristo, al Salvador… Sentirse necesitado de salvación en un mundo y
una sociedad que no echa de menos a Dios porque cree que no lo necesita, que no
siente su sed porque está saciado de muchas aguas.
Y, sin embargo, en la profundidad del corazón humano hay un vacío, una
insatisfacción, una “tristeza de ser
hombre” que resurge como un poso más allá de todos los placeres, más allá del
bienestar y de la felicidad. Porque hemos idolatrado la felicidad, y está bien
buscarla y procurarla, pero tenemos que buscar también sentido.
Y presiento (sin
juzgar, sin criticar, sin menospreciar a nadie…), siento que quien no ve más
allá, quien no contempla o intuye, al menos, el sentido transcendente de la
vida, se está dejando embaucar.
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