4º aniversario de la muerte de mi padre.
Tu relación con los ancianos
187. En el Sínodo se expresó que «los jóvenes
están proyectados hacia el futuro y afrontan la vida con energía y dinamismo.
Sin embargo […] a veces suelen prestar poca atención a la memoria del pasado
del que provienen, en particular a los numerosos dones que les han transmitido
sus padres y abuelos, al bagaje cultural de la sociedad en la que viven. Ayudar
a los jóvenes a descubrir la riqueza viva del pasado, haciendo memoria y
sirviéndose de este para las propias decisiones y posibilidades, es un
verdadero acto de amor hacia ellos, en vista de su crecimiento y de las
decisiones que deberán tomar».
188. La Palabra de Dios recomienda no perder el
contacto con los ancianos, para poder recoger su experiencia: «Acude a la
reunión de los ancianos, y si encuentras a un sabio júntate a él […]. Si ves a
un hombre prudente, madruga para buscarlo, que tus pies desgasten el umbral de
su puerta» (Si 6,34.36). En todo caso, los largos años que ellos vivieron
y todo lo que han pasado en la vida, deben llevarnos a mirarlos con respeto:
«Ponte de pie ante el hombre de canas» (Lv 19,32). Porque «la fuerza es el
adorno de los jóvenes, las canas son el honor de los ancianos» (Pr 20,29).
189. La Biblia nos pide: «Escucha a tu padre que
te dio la vida, y no desprecies a tu madre cuando sea anciana» (Pr 23,22).
El mandato de honrar al padre y a la madre «es el primer mandamiento que va
acompañado de una promesa» (Ef 6,2; cf. Ex 20,12; Dt 5,16; Lv 19,3),
y la promesa es: «serás feliz y se prolongará tu vida sobre la tierra» (Ef 6,3).
190. Esto no significa que tengas que estar de
acuerdo con todo lo que ellos dicen, ni que debas aprobar todas sus acciones.
Un joven siempre debería tener un espíritu crítico. […] Se trata
simplemente de estar abiertos para recoger una sabiduría que se comunica de
generación en generación, que puede convivir con algunas miserias humanas, y
que no tiene por qué desaparecer ante las novedades del consumo y del mercado.
191. Al mundo nunca le sirvió ni le servirá la
ruptura entre generaciones. […] La existencia de las relaciones
intergeneracionales implica que en las comunidades se posea una memoria
colectiva, pues cada generación retoma las enseñanzas de sus antecesores,
dejando así un legado a sus sucesores. Esto constituye marcos de referencia
para cimentar sólidamente una sociedad nueva. […]
(Papa
Francisco. Christus vivit.)
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