179. [...] me duele ver que algunos les
propongan a los jóvenes construir un futuro sin raíces, como si el mundo
comenzara ahora. Porque «es imposible que alguien crezca si no tiene raíces
fuertes que ayuden a estar bien sostenido y agarrado a la tierra. Es fácil
“volarse” cuando no hay desde donde agarrarse, de donde sujetarse».
180. […] Comprender esto permite distinguir la
alegría de la juventud de un falso culto a la juventud que algunos utilizan
para seducir a los jóvenes y utilizarlos para sus fines.
181. Piensen esto: si una persona les hace una
propuesta y les dice que ignoren la historia, que no recojan la experiencia de
los mayores, que desprecien todo lo pasado y que sólo miren el futuro que él
les ofrece, ¿no es una forma fácil de atraparlos con su propuesta para que
solamente hagan lo que él les dice? Esa persona los necesita vacíos,
desarraigados, desconfiados de todo, para que sólo confíen en sus promesas y se
sometan a sus planes. […]
182. Al mismo tiempo, los manipuladores utilizan
otro recurso: una adoración de la juventud, como si todo lo que no sea joven se
convirtiera en detestable y caduco. El cuerpo joven se vuelve el símbolo de
este nuevo culto, y entonces todo lo que tenga que ver con ese cuerpo se
idolatra y se desea sin límites, y lo que no sea joven se mira con desprecio.
Pero es un arma que en primer lugar termina degradando a los jóvenes, los vacía
de valores reales, los utiliza para obtener beneficios personales, económicos o
políticos.
183. Queridos jóvenes, no acepten que usen su
juventud para fomentar una vida superficial, que confunde la belleza con la
apariencia. Mejor sepan descubrir que hay hermosura en el trabajador que vuelve
a su casa sucio y desarreglado, pero con la alegría de haber ganado el pan de
sus hijos. Hay una belleza extraordinaria en la comunión de la familia junto a
la mesa y en el pan compartido con generosidad, aunque la mesa sea muy pobre.
Hay hermosura en la esposa despeinada y casi anciana, que permanece cuidando a
su esposo enfermo más allá de sus fuerzas y de su propia salud. Aunque haya
pasado la primavera del noviazgo, hay hermosura en la fidelidad de las parejas
que se aman en el otoño de la vida, en esos viejitos que caminan de la mano.
Hay hermosura, más allá de la apariencia o de la estética de moda, en cada
hombre y en cada mujer que viven con amor su vocación personal, en el servicio
desinteresado por la comunidad, por la patria, en el trabajo generoso por la
felicidad de la familia, comprometidos en el arduo trabajo anónimo y gratuito
de restaurar la amistad social. Descubrir, mostrar y resaltar esta belleza, que
se parece a la de Cristo en la cruz, es poner los cimientos de la verdadera
solidaridad social y de la cultura del encuentro.
184. Junto con las estrategias del falso culto a
la juventud y a la apariencia, hoy se promueve una espiritualidad sin Dios, una
afectividad sin comunidad y sin compromiso con los que sufren, un miedo a los
pobres vistos como seres peligrosos, y una serie de ofertas que pretenden
hacerles creer en un futuro paradisíaco que siempre se postergará para más
adelante. […]
185.
En esta línea, quiero destacar que «numerosos Padres sinodales provenientes de
contextos no occidentales señalan que en sus países la globalización conlleva
auténticas formas de colonización cultural, que desarraigan a los jóvenes de la
pertenencia a las realidades culturales y religiosas de las que provienen. Es
necesario un compromiso de la Iglesia para acompañarlos en este paso sin que
pierdan los rasgos más valiosos de su identidad».
186. Hoy vemos una tendencia a “homogeneizar” a
los jóvenes, a disolver las diferencias propias de su lugar de origen, a
convertirlos en seres manipulables hechos en serie. Así se produce una
destrucción cultural, que es tan grave como la desaparición de las especies
animales y vegetales. Por eso, en un mensaje a jóvenes indígenas, reunidos en
Panamá, los exhorté a «hacerse cargo de las raíces, porque de las raíces viene
la fuerza que los va a hacer crecer, florecer y fructificar».
(Papa Francisco. Christus vivit).
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