Sueños y visiones
192. […] «Derramaré mi Espíritu sobre toda carne y
sus hijos y sus hijas profetizarán, y sus jóvenes verán visiones y sus ancianos
soñarán sueños» (Jl3,1; cf. Hch 2,17). Si
los jóvenes y los viejos se abren al Espíritu Santo, ambos producen una
combinación maravillosa. Los ancianos sueñan y los jóvenes ven visiones. ¿Cómo
se complementan ambas cosas?
193. Los ancianos tienen sueños construidos con
recuerdos, con imágenes de tantas cosas vividas, con la marca de la experiencia
y de los años. Si los jóvenes se arraigan en esos sueños de los ancianos logran
ver el futuro, pueden tener visiones que les abren el horizonte y les muestran
nuevos caminos. Pero si los ancianos no sueñan, los jóvenes ya no pueden mirar
claramente el horizonte.
194. Es lindo encontrar entre lo que nuestros
padres conservaron, algún recuerdo que nos permite imaginar lo que soñaron para
nosotros nuestros abuelos y nuestras abuelas. Todo ser humano, aun antes de
nacer, ha recibido de parte de sus abuelos como regalo, la bendición de un
sueño lleno de amor y de esperanza: el de una vida mejor para él. Y si no lo
tuvo de ninguno de sus abuelos, seguramente algún bisabuelo sí lo soñó y se
alegró por él, contemplando en la cuna a sus hijos y luego a sus nietos. El
sueño primero, el sueño creador de nuestro Padre Dios, precede y acompaña la
vida de todos sus hijos. Hacer memoria de esta bendición, que se extiende de
generación en generación, es una herencia preciosa que hay que saber conservar
viva para poder transmitirla también nosotros.
195. Por eso es bueno dejar que los ancianos hagan
largas narraciones, que a veces parecen mitológicas, fantasiosas –son sueños de
viejos–, pero muchas veces están llenas de rica experiencia, de símbolos
elocuentes, de mensajes ocultos. Esas narraciones requieren tiempo, que nos
dispongamos gratuitamente a escuchar y a interpretar con paciencia, porque no
entran en un mensaje de las redes sociales. Tenemos que aceptar que toda la
sabiduría que necesitamos para la vida no puede encerrarse en los límites que
imponen los actuales recursos de comunicación.
196. En el libro La sabiduría de los años, expresé algunos
deseos en forma de pedidos. «¿Qué pido a los ancianos, entre los cuales me
cuento yo mismo? Nos pido que seamos guardianes de la memoria. […]
197.
¿Qué podemos darles los ancianos? «A los jóvenes de hoy día que viven su propia
mezcla de ambiciones heroicas y de inseguridades, podemos recordarles que una
vida sin amor es una vida infecunda». ¿Qué podemos
decirles? «A los jóvenes temerosos podemos decirles que la ansiedad frente al
futuro puede ser vencida». ¿Qué podemos enseñarles? «A los jóvenes
excesivamente preocupados de sí mismos podemos enseñarles que se experimenta
mayor alegría en dar que en recibir, y que el amor no se demuestra sólo con
palabras, sino también con obras».
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