Los jóvenes reconocen
que el cuerpo y la sexualidad tienen una importancia esencial para su vida y en
el camino de crecimiento de su identidad. Sin embargo, en un mundo que enfatiza
excesivamente la sexualidad, es difícil mantener una buena relación con el
propio cuerpo y vivir serenamente las relaciones afectivas. Por esta y por
otras razones, la moral sexual suele ser muchas veces «causa de incomprensión y
de alejamiento de la Iglesia, ya que se percibe como un espacio de juicio y de
condena». Al mismo tiempo, los jóvenes expresan «un explícito deseo de
confrontarse sobre las cuestiones relativas a la diferencia entre identidad
masculina y femenina, a la reciprocidad entre hombres y mujeres, y a la
homosexualidad».
(Papa
Francisco. Christus vivit. Número 81)
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