UN NOBEL PARA EL MARKETING.
No conozco con detalle la trayectoria personal del señor Barack Obama. Probablemente, haya sido un hombre comprometido socialmente. Pero no creo que sea por ese pasado (en cierto modo, privado) por el que se le entrega el premio Nobel, sino por su figura pública como político y, más en concreto, como presidente de los Estados Unidos de América.
La nota oficial elogió el nuevo clima que Obama ha propiciado en el mundo, pero no mencionó ningún logro concreto. En mi opinión, no se podían mencionar grandes logros, puesto que sólo lleva diez meses en el cargo. En cuanto al nuevo clima, hay que reconocer que no todo el mérito es suyo: una gran parte de este mérito es de su antecesor, George W. Bush; a mí no me cabe duda de que cualquier sucesor en la Casa Blanca (incluso, aunque hubiera sido de su mismo partido) habría mejorado el ambiente; a peor era muy difícil ir.
Algunos defienden la concesión del Premio Nobel de la Paz a Obama por todas las esperanzas depositadas en él. Y es aquí donde discrepo. Sería como si a cualquiera de mis alumnos de segundo de bachillerato les concediéramos ya la titulación universitaria sólo teniendo en cuenta sus buenos propósitos de futuro o, incluso, las expectativas que otros (sus padres, por ejemplo) han depositado en ellos.
Con todo respeto a su persona y a su trayectoria personal debo decir con sinceridad que no entiendo el cómo ni el porqué de la concesión de este premio. Y sólo se me ocurre pensar que es un premio para el marketing. La popularidad de Obama arrastra, eso nadie puede negarlo. Y el jurado que concede el Premio Nobel también se ha visto arrastrado.
¿Qué opinarán de este Nobel de la Paz los habitantes de Afganistán, a donde Obama quiere enviar más soldados americanos? ¿De verdad sabrán descubrir en él a un hombre pacífico y pacificador? ¿Qué pensarán los presos de Guantánamo? Prometió liberarlos, es cierto, pero allí siguen, al menos mientras se encuentre algún gobierno que los quiera en su país. ¿En Pakistán y en Irán, también lo ven como un hombre de paz? ¿Y en Israel? Es cierto que en Oriente Próximo se espera mucho de él, pero también se esperó de otros que no consiguieron grandes logros. (¿Alguien se acuerda ya de la Conferencia de Madrid o de los acuerdos de Oslo?)
Creo que el Nobel de la Paz debe concederse por obras realizadas, no por programas y deseos presentados, aunque eso obligue, tal vez, a entregárselo a algún desconocido. ¿No ocurre ya eso con otros Premios Nobel (como el de ciencia, por ejemplo) que, a menudo, recaen sobre personas desconocidas para el gran público? Pero el Nobel de la Paz no se resiste a la tentación de ser popular aunque, para ello, la fama del galardonado pese más que sus logros concretos. Lo dicho: un Nobel para el marketing.
© Luis María Llena.
Barcelona, octubre de 2009.
La nota oficial elogió el nuevo clima que Obama ha propiciado en el mundo, pero no mencionó ningún logro concreto. En mi opinión, no se podían mencionar grandes logros, puesto que sólo lleva diez meses en el cargo. En cuanto al nuevo clima, hay que reconocer que no todo el mérito es suyo: una gran parte de este mérito es de su antecesor, George W. Bush; a mí no me cabe duda de que cualquier sucesor en la Casa Blanca (incluso, aunque hubiera sido de su mismo partido) habría mejorado el ambiente; a peor era muy difícil ir.
Algunos defienden la concesión del Premio Nobel de la Paz a Obama por todas las esperanzas depositadas en él. Y es aquí donde discrepo. Sería como si a cualquiera de mis alumnos de segundo de bachillerato les concediéramos ya la titulación universitaria sólo teniendo en cuenta sus buenos propósitos de futuro o, incluso, las expectativas que otros (sus padres, por ejemplo) han depositado en ellos.
Con todo respeto a su persona y a su trayectoria personal debo decir con sinceridad que no entiendo el cómo ni el porqué de la concesión de este premio. Y sólo se me ocurre pensar que es un premio para el marketing. La popularidad de Obama arrastra, eso nadie puede negarlo. Y el jurado que concede el Premio Nobel también se ha visto arrastrado.
¿Qué opinarán de este Nobel de la Paz los habitantes de Afganistán, a donde Obama quiere enviar más soldados americanos? ¿De verdad sabrán descubrir en él a un hombre pacífico y pacificador? ¿Qué pensarán los presos de Guantánamo? Prometió liberarlos, es cierto, pero allí siguen, al menos mientras se encuentre algún gobierno que los quiera en su país. ¿En Pakistán y en Irán, también lo ven como un hombre de paz? ¿Y en Israel? Es cierto que en Oriente Próximo se espera mucho de él, pero también se esperó de otros que no consiguieron grandes logros. (¿Alguien se acuerda ya de la Conferencia de Madrid o de los acuerdos de Oslo?)
Creo que el Nobel de la Paz debe concederse por obras realizadas, no por programas y deseos presentados, aunque eso obligue, tal vez, a entregárselo a algún desconocido. ¿No ocurre ya eso con otros Premios Nobel (como el de ciencia, por ejemplo) que, a menudo, recaen sobre personas desconocidas para el gran público? Pero el Nobel de la Paz no se resiste a la tentación de ser popular aunque, para ello, la fama del galardonado pese más que sus logros concretos. Lo dicho: un Nobel para el marketing.
© Luis María Llena.
Barcelona, octubre de 2009.
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