Somos el país del “a favor” o “en contra”, pero sin argumentos. Entre nosotros no se da casi nunca el debate serio, tan sólo el debate espectáculo de televisión en el que todo el mundo opina de todo (¡faltaría más, estamos en democracia!) aunque no tenga ni idea de nada. Es una lástima, pero es así casi siempre.
En cuanto se ofrece un tema a discusión, las posturas están ya definidas de antemano: si opinas de un modo determinado, eres un facha del pepé, o un católico ultraconservador; si opinas lo contrario, eres un progresista, un liberal de izquierdas (¡¿…?!). Y no hay nada más que decir. Las posiciones intermedias no existen, los matices no existen. O estás "a favor" o estás "en contra". Y punto.
Lo hemos visto muchas veces en los últimos años. Así fue la “discusión” sobre el matrimonio entre personas homosexuales: los fachas de derechas en contra, los progres de izquierdas a favor. Y no hubo más. En Francia, por ejemplo, hubo debate con una cierta profundidad, sin posicionamientos previos. Lionel Jospin, por ejemplo, que militaba en el partido socialista francés y había sido presidente del gobierno, argumentó claramente en contra. Argumentó, no solamente se posicionó. No sé si la gente de izquierdas lo descalificaría llamándole facha, pero sospecho que no, que en Francia, donde se mima tanto la propia lengua, se da más valor a las palabras.
Está ocurriendo, nuevamente, con la ley del aborto. ¿Han oído argumentos de peso más allá de la confrontación de eslóganes? Yo no: al derecho a la vida se ha opuesto el derecho al aborto. ¡Qué barbaridad! Y ya está. Tal vez, algunos de los que me lean y vean que entiendo que el aborto no puede ser un derecho (porque no es un ideal a conseguir) dejarán de leerme porque, claro, soy de los fachas. Y si, además, les confirmo que soy creyente, me añadirán lo de católico ultraconservador. Y ya no hay más.
No sólo cuestiones de tal envergadura ética se limitan a este posicionamiento, también otras cuestiones menos de conciencia y más de bolsillo. Por ejemplo, la subida del I.V.A.: el P.S.O.E., que gobierna, la propone; el P.P. que está en la oposición, pues se opone. ¿Debate? Ni uno, de momento. ¿Comparecencia en el parlamento de expertos en el tema? Tampoco. Tamaño privilegio sólo lo merecen las corridas de toros. Aunque, al final, es lo mismo. Cuando alguien te pregunta tu opinión sobre ellas, no quiere que le ofrezcas argumentos, tan sólo has de decir: “a favor” o “en contra”. Y punto.
© Luis María Llena.
Barcelona, marzo 2010.
En cuanto se ofrece un tema a discusión, las posturas están ya definidas de antemano: si opinas de un modo determinado, eres un facha del pepé, o un católico ultraconservador; si opinas lo contrario, eres un progresista, un liberal de izquierdas (¡¿…?!). Y no hay nada más que decir. Las posiciones intermedias no existen, los matices no existen. O estás "a favor" o estás "en contra". Y punto.
Lo hemos visto muchas veces en los últimos años. Así fue la “discusión” sobre el matrimonio entre personas homosexuales: los fachas de derechas en contra, los progres de izquierdas a favor. Y no hubo más. En Francia, por ejemplo, hubo debate con una cierta profundidad, sin posicionamientos previos. Lionel Jospin, por ejemplo, que militaba en el partido socialista francés y había sido presidente del gobierno, argumentó claramente en contra. Argumentó, no solamente se posicionó. No sé si la gente de izquierdas lo descalificaría llamándole facha, pero sospecho que no, que en Francia, donde se mima tanto la propia lengua, se da más valor a las palabras.
Está ocurriendo, nuevamente, con la ley del aborto. ¿Han oído argumentos de peso más allá de la confrontación de eslóganes? Yo no: al derecho a la vida se ha opuesto el derecho al aborto. ¡Qué barbaridad! Y ya está. Tal vez, algunos de los que me lean y vean que entiendo que el aborto no puede ser un derecho (porque no es un ideal a conseguir) dejarán de leerme porque, claro, soy de los fachas. Y si, además, les confirmo que soy creyente, me añadirán lo de católico ultraconservador. Y ya no hay más.
No sólo cuestiones de tal envergadura ética se limitan a este posicionamiento, también otras cuestiones menos de conciencia y más de bolsillo. Por ejemplo, la subida del I.V.A.: el P.S.O.E., que gobierna, la propone; el P.P. que está en la oposición, pues se opone. ¿Debate? Ni uno, de momento. ¿Comparecencia en el parlamento de expertos en el tema? Tampoco. Tamaño privilegio sólo lo merecen las corridas de toros. Aunque, al final, es lo mismo. Cuando alguien te pregunta tu opinión sobre ellas, no quiere que le ofrezcas argumentos, tan sólo has de decir: “a favor” o “en contra”. Y punto.
© Luis María Llena.
Barcelona, marzo 2010.
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