lunes, 12 de julio de 2010

EL DÍA DESPUÉS. Dmp54.

No es mi intención comentar la manifestación del sábado. Como siempre, nos encontramos con la consabida guerra de cifras. La empresa Lynce (que no sé de quién es ni para quién trabaja) reconoce 56.000 asistentes (con una estimación de error al alza del 15%) que dice haber calculado a las 20:30 horas (¿qué sentido tiene, si la manifestación comenzaba a las 18:00 horas?). Por otro lado, la organización habla de 1.500.000 asistentes (¿qué validez tiene que hagan el cálculo los mismos que convocan?). Semejante disparidad de más de un millón de personas me parece, una vez más, un insulto a la inteligencia y una burla al ciudadano. Y esto es lo que me preocupa de verdad y ante lo que me rebelo.


No quiero hablar, pues, de la manifestación sino que (aun a riesgo de volver a ser tachado de narcisista) pretendo hablar de mi artículo de la semana pasada y de las reacciones que ha suscitado.


Quiero resaltar como positivo que mi artículo no ha dejado indiferente. Nunca un artículo en mi blog había recibido tantos comentarios a los que hay que sumar, además, aquellos comentarios que algunos me hicieron llegar a través del correo electrónico, porque no supieron o no quisieron colgarlos en el blog. El sábado compartí jornada y comida con amigos y compañeros de teatro y el tema estuvo presente, como sé que lo ha estado en otras comidas de amigos y almuerzos de trabajo. Creo que está bien que hablemos estos temas y que nuestra pacífica convivencia no tenga que sustentarse en no afrontar nunca abiertamente ciertos debates. “Si fueras inteligente, no sacarías ciertos temas tabú”, me comentó con buena intención un amigo. Pues no estoy de acuerdo: creo que estos temas deben abordarse y discutirse.


Sin embargo, confieso que el debate no ha sido agradable para mí. Ya lo intuía; cuando escribí que, para mí, habría sido más fácil callar, me refería a eso y no pretendía, en absoluto, dar una mala imagen de los catalanes, como algún comentario me achaca. Siempre he dicho que yo estoy en Cataluña porque quiero y porque a mí los catalanes no me han tratado mal, sino todo lo contrario. Si yo no me encontrara a gusto aquí me marcharía o, al menos, lo intentaría. Y no lo hago.


El debate ha sido incómodo porque yo intenté razonar mi posición (con más o menos acierto, según la opinión de cada uno) y tengo que ver algún comentario en el que se dice que yo ofendo a los catalanes. No era esa mi intención y, es más, me gustaría saber qué hay de ofensivo en mi escrito, a no ser que a esa persona le ofenda que otra pueda pensar de modo diferente.


El debate ha sido incómodo porque no todos los comentarios intentaban razonar, sino que hablaban desde el sentimiento, un sentimiento herido. Creo que algunos deberían volver a leer mi artículo (por tedioso que sea). En él defiendo que, en mi opinión, Cataluña es una nación y, además, que debería ser reconocida su soberanía. ¿Alguien puede justificarme, racionalmente, cómo defendiendo esta opinión puedo ser tachado de “exaltado españolista”? Claro que yo sigo confiando en la razón y creo que cualquier persona mínimamente seria observará que eso lo dice, precisamente, quien ha colgado en mi blog algunos de los comentarios más exaltados.


Ha sido especialmente incómodo y hasta duro haber de soportar la falacia ad hominem, es decir, aguantar que en vez de argumentos se recurriera al insulto o, al menos, al descrédito de mi persona. A pesar de ello, no me arrepiento de haber abierto este debate aunque sé que algunos ya me mirarán siempre desde otra perspectiva. Decía F. Nietzsche que “no hay hechos, sino interpretaciones” y es, en cierto modo, verdad: mientras algunos opinan que a “los españoles no les importa tener catalanes en la selección cuando esto les ayuda a ganar”, otros aseguran que “a los catalanes no les importa jugar en la selección española cuando podemos ser campeones”. Personalmente, creo que este debate es estéril, no nos aporta nada porque se basa en interpretaciones indemostrables. Del mismo modo, cada uno interpretará la manifestación (y las cifras) a su manera. Me parece bien, pero agradecería los argumentos, que es lo que yo he intentado dar (con más o menos acierto). Creo que se puede no estar de acuerdo conmigo pero no acusarme de que manipulo las cifras o de que hago comentarios torticeros. Acepto que hago interpretación, pero me gustaría que se me contestara con otra interpretación argumentada, que es lo que algunos han hecho y a los cuales yo se lo agradezco, no quiero olvidarlos.


Alguien me sugirió la posibilidad de anular ciertos comentarios. Ni siquiera me lo he planteado, no me parecería ético ni estético. Si yo opino, he de saber encajar las críticas, aunque no negaré que me parece más correcto (y no, por ello, menos doloroso) cuando esos comentarios van firmados.


Aun a riesgo de parecer pesado (siempre puedes abandonar la lectura en este punto) quiero insistir, de modo conciso y espero que claro, en cuál es mi posición.


1/ A mi entender, Cataluña es una nación, independientemente de quién lo quiera o no reconocer. Basta buscar en un diccionario cuál es la definición de nación. (Del mismo modo, defiendo que España es una nación igualmente y no sólo un Estado).


2/ Entiendo que la sentencia del Tribunal Constitucional no dice que Cataluña no es una nación (no hay tribunal en el mundo que pueda sentenciar tal cosa), sino que Cataluña como nación no encaja en la actual Constitución. Por eso yo defiendo que lo que hay que hacer es reformar la Constitución o, incluso, hacer una nueva. Creo que España debe pasar a ser un Estado federal.


3/ Soy de los que opinan que todo el asunto del Tribunal Constitucional es una vergüenza, pero entiendo que eso debe denunciarse siempre y en todo momento, no sólo cuando ha de dictar sentencia sobre el Estatuto. Es una vergüenza el reparto de poder que los dos grandes partidos hacen cuando nombran a los miembros de este tribunal y cómo colaboran, en ocasiones, partidos más pequeños. Este Tribunal debería reformarse profundamente o, incluso, desaparecer. Pero, mientras exista, merece el mismo respeto que todas las instituciones del Estado y me parece una irresponsabilidad que aquellos que representan al Estado llamen al pueblo a manifestarse contra una institución del Estado. (Sé que es un pequeño trabalenguas, pero es que así de complicado lo hacen todo nuestros políticos).


4/ Entiendo el argumento de que el Estatuto había sido previamente aprobado en las Cortes españolas, pero ahora vemos que algunos diputados que en estas Cortes votaron sí al Estatuto (probablemente, por disciplina de voto) hacen manifestaciones públicas a favor de la sentencia, con lo cual acuso a los diputados y a los partidos políticos de falta de responsabilidad y entiendo que pudo haber mala fe votando algo que se sospechaba inconstitucional y esperando que otro partido hiciera el trabajo sucio de recurrir el Estatuto.


5/ Sin negar la importancia que todas estas cuestiones pueden tener, entiendo que existen otros problemas más urgentes como lo son todas las cuestiones relativas a la justicia social (o mejor, a la injusticia social), que nuestros políticos no afrontan seriamente mientras nos distraen, recurrentemente, con estos temas polémicos.


Esta es mi opinión que mantendré mientras no me convenzan otros argumentos. No pretendo con ella contentar a nadie, y menos a todo el mundo, como me acusa alguno de los comentarios. Aunque ya estoy acostumbrado a recibir de todas partes. No es que me haga el mártir, es una experiencia común a muchos que vinimos de fuera y que aquí somos considerados inmigrantes (o cosas peores, como se ha visto) y en nuestro lugar de origen se nos tacha de catalanistas (como si tal fuera un insulto). Guste a quien guste, ésta es mi opinión. Lógicamente, acepto comentarios. Agradeceré razones.


11 de julio de 2010.

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