miércoles, 27 de julio de 2011

Decimonoveno día.

Una calle de Casares (chancho incluido).


Diriamba, miércoles 27 de julio de 2011.

Día tranquilo, porque hube de estar con Laura (Quique sigue en Honduras) y, además, porque desde la tarde está lloviendo grandes cantidades y con mucha fuerza. Después de tres días sin llover, volvió el agua y parece que quiera recuperar el tiempo perdido. La verdad es que la sensación térmica ya había cambiado en estos tres días e, incluso, costaba un poco más dormir. Pero ha vuelto a refrescar.

Por cierto, en el partido de fútbol, Nicaragua ha perdido frente a Honduras. ¡Qué le vamos a hacer!

La verdad es que, aunque ya no estoy viajando apenas por el país, lo estoy conociendo bastante bien. Nada hay, para conocer cualquier lugar, como dejarse guiar por sus naturales, escuchar a sus gentes. Claudia y Omar son mis maestros; sin ellos, no habría conocido Nicaragua del mismo modo.

Por Claudia supe hoy la variedad de bananas que existen aquí. Para nosotros, toda la vida plátano y banana fueron sinónimos, sólo en los últimos años las fruterías ya diferenciaban entre esas dos especies. Pues bien, aquí el plátano es enorme y el banano (que no banana) es pequeñito. Pero, además, el banano puede ser manzano, o caribe, o patriota, o felipino, o chinandegano… En general, se habla de guineo, cuando está verde, y de maduro en tal caso. Toda la conversación vino porque en la parte de atrás de la casa hay un pequeño chagüite (o plantación de bananos) y unos parece que ya están maduros pero no los recogen todavía porque hay que esperar la luna llena. La fruta aquí es variadísima. Ayer conocí el zapote, la guayaba y la pitaya. Y hoy supe que hay un fruto que se llama mamón, que lo produce un árbol del mismo nombre.

De Omar no dejo de aprender costumbres y usos de este país. He sabido que aquí el término señorita prácticamente sólo se usa para las niñas. Resulta que mientras que en España es un tratamiento de cortesía (en principio, para las mujeres solteras), aquí por señorita se entiende virgen, es decir, muchacha que no ha mantenido aún relaciones sexuales. Y, por ello, no es conveniente llamar a una mujer, ni siquiera a una adolescente, señorita; puede ofenderla. O tempora, o mores! Las mujeres siempre tuvieron a gala su virginidad y, cuando no la conservaban, la fingían. Hoy presumir la virginidad de una mujer puede ser ofenderla.

Si actualmente en España las muchachas pierden la virginidad a una edad temprana (estamos generalizando y hablando por término medio), aquí lo hacen a una edad más temprana aún. La mayoría de ellas son madres antes de los veinte años. Y ellos padres, claro; también se ven padres muy jovencitos. Pero ellos lo llevan de otra manera. De hecho, aquí ellos no tienen hijos, se los tienen. El otro día, Omar me dijo: Yo quiero que me tengan dos hijos, un varoncito y una niña.

Antes de llegar al matrimonio, cuando andan halando, los muchachos todavía piden permiso a los padres de la chica. Aquí llama la atención oír a muchachos muy jóvenes hablar de mi esposa. Pero vivir con alguien, no significa compartir apartamento, sino haber mantenido relaciones sexuales con esa persona: Yo ya viví con esa chica. Y el homosexual es un cochón (que habrá que esperar que no tenga nada que ver con el término francés de parecida fonética).

Puesto que se me fue la crónica, una vez más, por los derroteros de la lengua, añadiré algunas palabras que guardo hace días en la recámara.

FAJA: Correa o cinturón. Su padre le azotó con la faja.

VIÁTICO: Es muy curioso porque, para mí, este término está íntimamente ligado a la religión. Para mí el viático siempre fue la comunión llevada a los enfermos. Pues aquí es la dieta, o sea, la prevención en especie o en dinero para el sustento de quien hace un viaje o la
subvención en dinero por un trabajo específico.

Y, la mejor de hoy:

AEROMOZA: Azafata de avión.

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No quiero dejar al margen de mi crónica de hoy lo que está sucediendo en África una vez más. En el cuerno de África, 12 millones de personas están padeciendo las consecuencias de una terrible sequía. Más de 350.000 personas malviven en un campo de refugiados, en Dadaab (Kenia). Un campo que está desbordado por la constante llegada de somalíes. Es un auténtico drama humano (¡no humanitario, por favor! Lo humanitario es aquello benigno, caritativo, benéfico; aquello que mira o se refiere al bien del género humano. Una catástrofe nunca puede ser humanitaria, por más que lo repitan los periodistas y hasta las mismas ONG).

Lo cuento, en primer lugar, para ayudarnos a tomar conciencia de esta realidad escandalosa. Si queremos ir más allá, podemos hacer algún donativo. Seguro que todos conocemos medios e intermediarios. Yo os propongo uno de reconocida solvencia y fiabilidad, IntermónOxfam. Hay personas que hoy morirán de hambre y sed. Cada uno sabemos cuánto gastamos en estos meses de verano y cuánto podemos aportar. Si queremos…

https://www.intermonoxfam.org/ca/page.asp?id=482&destino=992




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