Ha muerto Miliki.
Para quienes éramos niños en la primera mitad de los setenta, ha muerto una
parte más de nuestra infancia (ésa que siempre nos acompaña, cumplamos la edad
que cumplamos). Miliki y sus hermanos (Gaby y Fofó) fueron el estribillo de
nuestra infancia y calaron tan hondo que lo han sido, también, de los hijos de
nuestra generación, pues los padres y las madres no han dejado de hacer sonar
en el coche las canciones de Miliki.
Se hicieron
famosos en una época en la que no había mando a distancia, ni hacía falta,
porque sólo había una televisión (TVE) que nos retransmitía la vida en blanco y
negro. Sus programas eran sencillos: una introducción, un número circense, una
historieta y una canción.
Cuando estaban en
lo más alto de su fama, murió Fofó, uno de los hermanos. Entonces nos dijeron a
los niños que quien había muerto era Alfonso Aragón, pero no Fofó, Fofó no
moriría nunca. Yo quisiera creer hoy lo mismo de Emilio Aragón. Miliki será
vivo en la memoria de todos.
Fue un artista
completo: músico, guionista, escritor, actor y, sobre todo, payaso, honorando
esa palabra con su buen hacer. En todas sus manifestaciones artísticas, Miliki
transmitía valores. No lo conocí personalmente, claro, sino solamente a través
de su imagen pública. Pero creo que hay cosas que no pueden impostarse si no se
tienen en realidad. Miliki transmitía dos especialmente: Una de ellas era la
sencillez; la otra, la más sublime forma de inteligencia: la bondad.
Descanse en paz.
Luis María Llena.
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