domingo, 17 de marzo de 2013

UN PAPA INCLINADO ANTE EL PUEBLO. Dmp99.



Como en otras ocasiones, nadie acertó la quiniela del cónclave. Los periodistas hablaron durante días llegando a elaborar una lista de diez papables, pero el nuevo papa no estuvo en ella. Supongo que los periodistas tienen que justificar de algún modo su estancia en Roma (que debe costar altas sumas a sus respectivos medios) y tienen que crear la noticia si ésta no se produce. Se habló de Brasil, de Estados Unidos, de Milán y hasta de un nuevo papa de habla alemana. Pero nadie miró hacia Argentina, por más que ahora cuentan que, en el cónclave anterior, el cardenal Bergoglio estuvo a punto de hacerle sombra a Ratzinger.


No conocía a Bergoglio. No sabía quién era. Nada más oír su nombre, acudí a internet y me sorprendió la rapidez con que había sido actualizada la wikipedia: Bergoglio ya figuraba en ella como Francisco. También han tardado muy poco en llenarse páginas sobre un posible pasado oscuro; les basta con poner “presuntamente” al inicio y se publican historias que nadie contrasta pero que extienden una mala imagen del pontífice desde el primer momento.


No lo conocía y, por tanto, no puedo hacer un juicio de valor sobre el nuevo papa. Habrá que esperar a ver cómo actúa, cómo se comporta. De momento, lo que voy viendo me gusta. Soy realista y no espero una revolución radical. Los periodistas (una vez más) son muy dados a distinguir entre conservadores y progresistas. Seamos serios: un verdadero progresista no llega a cardenal. Al menos hasta ahora no llegaban. No espero una revolución, me conformo con ir cambiando poco a poco.


Me gustan los gestos de no usar la esclavina púrpura, de volver en el mismo autobús que los demás cardenales a cenar con ellos, de abonar la cuenta, de desplazarse por Roma en un coche que no es el oficial. Me gusta el nombre escogido, el de Francisco, el pobrecillo de Asís, aquel joven que sintió que Dios lo llamaba a edificar su iglesia en ruinas, y reconstruyó una ermita; luego descubriría que era otra la Iglesia que tenía que reconstruir. Me gusta que haya pedido a los obispos argentinos que no viajen a Roma para la misa inaugural de su pontificado y que den ese dinero a los pobres.


Me gustó la pasividad del nuevo papa ante la multitud que lo aclamaba, la sencillez, la timidez incluso... Me gustó que en su primera alocución más pareciera un “curica” de pueblo que un Jefe de Estado. Me gustó que no usara en ningún momento la palabra papa, sino que insistiera en que había sido elegido obispo de Roma, la Iglesia llamada a presidir a las demás Iglesias en la caridad.


Y me gustó, sobre todo, que antes de impartir su bendición solicitara la oración del pueblo para que Dios lo bendijera a él. Y, en silencio, se inclinó ante el pueblo.

El comienzo promete e ilusiona. Pero el Vaticano es mucho Vaticano. La curia es mucha curia. Las malas lenguas dicen que Benedicto XVI dimitió porque no se encontraba con fuerza para enfrentarse a la curia. ¡Ojalá la espontaneidad del nuevo papa no se vea ahogada! Que su cercanía con el pueblo no se pierda nunca. Que su apuesta por los pobres se plasme en una Iglesia pobre. ¡Ojalá!


Lo que precede lo escribí ayer sábado. Hoy domingo acabo de escuchar la primera alocución del papa en un ángelus dominical. Habló de la misericordia de Dios. Quizá sí; quizá algo empieza a cambiar en la Iglesia...

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