NUNCA
ME HABÍA PLANTEADO TENER UN PERRO, pero he compartido los últimos quince años
de mi vida con Polca, una Teckel de pelo duro cariñosa y tozuda. Ayer murió.
Polca nació en casa. Había sido
concebida en el salón de nuestra casa de Zaragoza mientras compartíamos la
comida toda la familia reunida para la boda de Piluca, mi hermana pequeña, que
ahora no recuerdo si se había casado el día anterior o se iba a casar al día
siguiente. Tara y Teo copularon allí, acorralados entre los sofás. Era el mes
de abril de 2000. La noche de San Juan de ese mismo año, en el cuarto de las
literas de nuestro piso de Benabarre, Tara dio a luz seis hermosos cachorros
Teckel de pelo duro, como ella.
Mi madre comenzó entonces (o, tal
vez, unas semanas antes, no lo recuerdo) a sugerir por qué no me quedaba yo uno
de los cachorros. Me pilló de sorpresa porque, como he dicho, nunca me había
planteado tener un perro. Yo le veía ventajas e inconvenientes, pues sabía que,
si lo aceptaba, iba a ser un compromiso de por vida; conocía casos de personas
cercanas que habían cogido un perro y a los cuatro meses lo estaban llevando a
la perrera por las molestias que acarreaba. No quería que eso me sucediera a mí
y por eso me lo pensé mucho. No sé qué tienes que pensar tanto, me repetía mi
madre por teléfono casi diariamente. De pronto, un día descubrí que en mi
propia calle, en la acera de en frente, abrían un consultorio veterinario: CENTRE VETERINARI NAVAS. Lo
tomé como una señal y le di el sí a mi madre. Àlex fue el veterinario de Polca desde el
primer día hasta el último y desde aquí quiero darle las gracias por su
profesionalidad y por su humanidad, con ella y conmigo. A él y a todo su
equipo.
Tras las vacaciones de aquel verano
en Benabarre, a finales de agosto me la traje conmigo a Barcelona. Aún recuerdo
aquel viaje y cómo ella, que entonces era un ser minúsculo de no más de un
palmo, consiguió trepar por el respaldo del asiento trasero; cuando me di
cuenta estaba bajo el pedal del freno. ¡Qué susto!
Poco a poco se fue incorporando a
mis rutinas y a mi vida. Empecé a madrugar un poco más, para que me diera
tiempo de darle un paseíto, aunque fuera corto, antes de ir a la escuela. Nunca
me dieron pereza esos paseos, pues sabía que eran una necesidad ineludible para
ella, no como fregar los platos de la cena, que eso sí, lo podía dejar para
mañana. Al principio, los domingos la obsequiaba con un platito de leche hasta que
pasó su primera noche vomitando; yo la pasé en vela sin saber cómo ayudarla.
También cuando le llegó el primer celo, ella paseaba por la casa lloriqueando y
hasta tuvo algo de fiebre…
En el año 2000 no se veían tantos
Teckel como se ven actualmente en la ciudad de Barcelona y Polca llamaba la
atención, con ese cuerpecillo de trolebús, tan alargado que casi era incapaz de
correr en línea recta, pues las patas traseras se iban desviando. Gracias a
Polca me relacioné con la gente del barrio, pues muchas personas se paraban a
decirme algo sobre ella. Por ella hice amistad con mis vecinos Pili y Antonio y
durante años Pili y yo nos juntábamos a las nueve de la noche para el último
paseo, yo con Polca y ella con su amada Shira, que también nos dejó.
Tengo
mucho que agradecerle a Polca, desde esos amigos hasta la costumbre de dar
largos paseos que ha contribuido muy positivamente a mi salud, ya que nunca he
sido un hombre deportista. Pero tengo que agradecerle, sobre todo, haberme
enseñado que existen la fidelidad y el amor incondicional, que perdona todos
los enfados y te recibe al llegar a casa con alegría renovada, como si nada
hubiera ocurrido.
Polca murió ayer. Ya estaba
debilitada de tal manera que el veterinario me propuso “dormirla”. Ya me había
hecho a la idea. Àlex me preguntó si yo quería estar presente. Le dije que sí.
Creía que estaba preparado. No lo estaba, después me derrumbé. Polca se
despidió moviendo la cola, como en sus momentos de alegría. Le pregunté al
veterinario si eso era algo normal, como un reflejo o algún nervio que se
activaba. Me dijo que no, que nunca lo había visto. Quiero creer que ella se
despedía de mí y me daba las gracias.
Gracias a ti, Polca. Gracias por todo.
3 comentarios:
Me he emocionado Luis. Ha sido un regalo para Polca.
Yo siempre he tenido perros a mi lado y también he sentido lo que explicas.
Muchas gracias tanto a ti com a Polca. Ha sido un placer atender a Polca estos 15 años. Polca fue uno de los primeros clientes que tuve, por tanto de los que dejan huella.
Gracias Luis.
Gracias Polca.
Un fuerte abrazo!!
Alex
Conozco a tu hermana Piluca soy prima de Jorge,en este relato se percibe la elegancia ,que siempre ha caracterizado a tu familia.Un saludo Ana.
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