DIA 5: NORA Y
HICHAM.
Melilla, viernes
22 de julio de 2016.
Hoy,
por fin, he tenido la sensación de estar en África: ¡qué calor! Aunque Moha
dice que esto no es nada. Según mi móvil, sólo son 32 grados, pero a mí me
parecen más, por la sequedad del ambiente. Además, el aire está invadido por un
polvillo. Ahora comprendo por qué es habitual ver en esta ciudad coches sucios,
llenos de arena, como si hubieran circulado por el desierto. Desde hace dos
días tenemos restricciones de agua, porque se ha estropeado un motor en la
desaladora. El agua corriente tiene un sabor extraño, porque es agua desalada.
Por si fuera poco, ha habido un incendio y durante un tiempo ha llovido ceniza.
También el monte Gurugú, ya en Marruecos, está sufriendo un incendio hace dos
días; las llamas se ven desde aquí.
Hoy
es el cumpleaños de Juani, una de las chicas voluntarias. Ya anoche, a las
doce, le cantamos el cumpleaños feliz y lo hemos repetido hoy varias veces.
Globos y pasteles en la cena. Por lo demás, un día como los anteriores y, sin
embargo, no quiero acostumbrarme a todo esto, como se han acostumbrado mis
oídos a la llamada a la oración desde las mezquitas, que el día que llegamos me
pareció impresionante y ahora ya casi ni la oigo, ni me doy cuenta de ella. No,
no quiero acostumbrarme a todo esto. No quiero que hagan callo en mí estas
heridas abiertas por la realidad que esta vez no sólo desfila ante mis ojos,
como tantas veces en la televisión, sino que forma parte de mí, porque la tengo
al lado, porque ha entrado en mi corazón, porque la estoy viviendo.
Hoy
hemos ido a la piscina cubierta que el colegio de los Hermanos de La Salle
tiene aquí en Melilla. ¡Cómo han disfrutado los muchachos! Aunque para nosotros
haya sido una mañana estresante, un caos, no sé si consentido e inevitable…
Desmayos, peleas, accidentes… Tanto, que nos replanteamos si volver el próximo
viernes, como estaba previsto. Pero ellos, ¡lo han pasado tan bien…!
Nos
hemos repartido en grupos, porque eran muchos: creo que hoy hemos superado los
cien. Los primeros en bañarse han sido los pequeños. Han disfrutado enormemente.
Mientras tanto, la mayoría de los mayores jugaba a fútbol. Otros esperaban
tranquilamente sentados. He hablado con algunos. A todos les pregunto si van a
la escuela y si estudian. Mohamed me ha dicho que sí, que ha terminado la ESO y
va a hacer un curso de jardinería; Ibrahim también ha acabado la ESO y va a
estudiar mecánica. Otro muchacho cuyo nombre no recuerdo (me sigue costando
mucho retener estos nombres) me dice que ha terminado sexto de primaria con
todo sobresalientes y un notable en inglés. Me gusta decirles que les veo cara
de médico, o de abogado, o cosas así, porque me gusta que puedan pensar alguna
vez que pueden aspirar a ello, si quieren, no tienen por qué conformarse con menos… El problema es que ya tienen muy
asumido que el estudio no es para ellos.
Después
de los pequeños se han bañado las chicas, todas juntas. No he podido evitar
sonreír al darme cuenta de que la mayoría de los muchachos adolescentes ha
dejado de jugar a fútbol y se ha acercado a las ventanas desde las que podían
verse la piscina y las chicas. Casi todos aplastaban su nariz contra el cristal,
hacían comentarios entre ellos y reían… Finalmente, ha sido el turno de los
chicos mayores. El grupo de subsaharianos pretendían que Adam se quedara
sin bañarse para vigilar sus cosas; al final, se las he guardado yo, para que
todos pudieran bañarse. Me ha impresionado ver a Amadou, uno de los que cada
día me saluda educadamente, un hombrecito de 16 años que nunca quiso bañarse en
el mar, con manguitos y flotador, disfrutando del agua dulce.
Durante
un buen rato he estado vigilando la puerta de la piscina, los pequeños
protestaban porque, según ellos, los mayores se estaban bañando más rato y
querían repetir. Se han puesto pesados. Sufian se ha enfadado porque no le dejaba
pasar: ¿Estás seguro de que no puedo
entrar? ¿Estás seguro? Pues ya nos veremos, me ha dicho en tono amenazador.
Un rato después me ha pedido perdón y ha intentado la técnica del chantaje
emocional: No tenemos padre ni madre,
vosotros sois los únicos que pensáis en nosotros… Más adelante, queriéndose
apropiar de una toalla que no era suya me dice: Es mía, me la regaló mi madre, la compró en Málaga. Cuando le hecho
ver la contradicción porque poco antes me había dicho que no tenía ni padre ni
madre, se da cuenta y me dice: Es verdad,
pero calla. Según iban saliendo de la piscina, casi todos los chicos me
daban las gracias.
Algunas
chicas no han querido bañarse. Entre ellas, Nora. Nora está en mi grupo, pero
ayer fue el primer día que vino con nosotros. Viste el hiyab, o pañuelo islámico. Es muy dulce y muy educada. También da
las gracias por todo y sonríe. Al principio de la mañana se ha empeñado en
hacerme una pulsera.
A
la hora de marchar, Hicham, el muchachito de mi grupo que el segundo día me
saludó con un beso, se ha quedado allí: no tenía chancletas, se las habían
robado. Ha estado a punto de llorar. Tiene alma de niño todavía y no debe de
pasarlo nada bien. La hermana Toña le ha regalado las chancletas que llevaba de
reserva en la mochila, para que no fuera descalzo. Antes de irnos, Nora me ha
buscado para darme la pulsera que me ha hecho. He saltado de alegría y la he
hecho reír por ello. Llevo su pulsera en mi muñeca derecha. Es azul y blanca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario