miércoles, 6 de julio de 2016

LARGAS VACACIONES DE VERANO

Imparto formación a un grupo de profesores. Entre ellos y yo somos 19 dentro del aula. Son poco más de la una de la tarde y el sudor me recorre el cuerpo, gotea desde mi frente. Los miro. Las mujeres han sacado ya sus abanicos. Ellos, como yo, se secan la frente de vez en cuando. Hago por acabar lo antes posible. A las dos menos cuarto nos vamos. Un soplo de aire fresco nos recibe en el pasillo. El calendario escolar español, con amplias vacaciones de verano, tiene una tradición y una razón. Nuestro clima no nos permite habitar las aulas en esta fecha. Claro que existe el aire acondicionado, pero eso perjudicaría la sostenibilidad, la del planeta y la del propio sistema educativo.

De vez en cuando aparecen voces en contra de unas vacaciones tan largas y que, sin embargo, a aquellos niños que hoy son adultos quejosos, les encantaban. Me parece absurdo querer igualarnos a Inglaterra en este sentido, acortando las vacaciones estivales e imponiendo una semana de ellas cada dos meses, como han decidido en Cantabria. Además, los padres que hoy protestan por este largo verano también lo harían por cada una de esas semanas cuando no sepan qué hacer con sus hijos.


Ocurre también con el fútbol. Nuestra liga siempre empezó en septiembre y no necesitó parón de invierno. En los últimos años ya empieza en agosto, cuando medio país aún está paralizado por las vacaciones. Nunca me pareció que hacer lo que hace todo el mundo fuera un buen criterio de conducta.

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