"El amor es eterno mientras dura".
La
primera vez que oí esa frase me molestó, me pareció una ironía y una burla
hacia quienes defendemos que puede existir un amor para toda la vida. Con el
tiempo, descubrí otra interpretación diferente: el verdadero amor siempre tiene
vocación de eternidad. Aunque un amor pudo acabarse, mientras duró era un amor
para siempre; nadie puede amar de verdad poniendo plazos a ese amor. Cuando
amas, amas para siempre; aunque después pase lo que pase…
El
amor de Dios es eterno: nos amó desde siempre y para siempre. “En esto consiste el amor, no en que
nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero”. (1Jn 4, 10) En el acto de la creación,
también en el de nuestra propia creación, ese amor se desbordó, se dio a
raudales. Y ese amor, porque es auténtico, tiene vocación de eternidad, es para
siempre y, por ello, es más fuerte que la muerte.
Celebrar
el día de todos los santos y el día de difuntos es celebrar que el amor de
Dios, como todo amor verdadero, es eterno. Ésa es la garantía de que ese amor
va a prolongarse más allá de la muerte, porque no tendría sentido haber sido
creados para la muerte. Cualquiera de nosotros querría que la persona a la que
ama no muriera nunca. También Dios lo quiere.
Algunos
dirán que no tenemos pruebas. Quien ha sentido en su vida el amor de Dios las
tiene. Porque el amor es eterno.
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