A veces, los “grandes” hombres, aquellos que destacan por sus triunfos, por ejemplo en el deporte, nos sorprenden con actitudes que no se corresponden con la grandeza que les suponíamos: deportistas que hacen trampas, que se dejan arrastrar por la violencia, que cometen faltas o delitos fuera del terreno de juego… Por eso, cuando un “gran hombre” demuestra serlo también fuera del terreno de juego, merece nuestro reconocimiento.
Para
mí, Rafael Nadal lo merece. Por ser un campeón de tenis como pocos en la
historia. Y por ser un ser humano con valores, lo que lo convierte en un
ejemplo para todos, y especialmente para la juventud, dentro y fuera del
terreno de juego.
Verle
con las botas y el cepillo achicando agua como uno más, ha sido para mí estos
días una reconciliación con esos ídolos que, a menudo, proponemos como ejemplo
a nuestros jóvenes, sin que sean modelos en los que poder mirarse.
He
leído que hay quien opina que este gesto de Nadal ha sido puro marketing, como
si su imagen pública necesitara de un lavado de imagen. ¿Alguien cree que Nadal
necesita ese marketing?
También
hay quien (“embolica que fa fort”, “líalo
todo, que eso hace fuerte”) dice que a Nadal se le defiende por su “españolismo”,
pero que si hubiera sido, por ejemplo, Piqué, no lo defenderíamos tanto. Sólo
puedo hablar por mí recordando que en este mismo blog
elogié a Guardiola, cuya visión política sobre Cataluña no comparto en
absoluto.
¡Qué
triste esta época en que nos cuesta reconocer, con sencillez, los grandes
gestos de un hombre! No quiero dejarme arrastrar y desde aquí felicito a Nadal
por su grandeza demostrada estos días con unas botas y una escoba como tantas
veces antes la demostró con una raqueta entre las manos. GRACIAS, NADAL.
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