A veces el dolor de
algunos jóvenes es muy lacerante; es un dolor que no se puede expresar con
palabras; es un dolor que nos abofetea. Esos jóvenes sólo pueden decirle a Dios
que sufren mucho, que les cuesta demasiado seguir adelante, que ya no creen en
nadie. Pero en ese lamento desgarrador se hacen presentes las palabras de
Jesús: «Felices los afligidos, porque serán consolados» (Mt 5,4).
Hay jóvenes que pudieron abrirse camino en la vida porque les llegó esa promesa
divina. Ojalá siempre haya cerca de un joven sufriente una comunidad cristiana
que pueda hacer resonar esas palabras con gestos, abrazos y ayudas concretas.
(Papa
Francisco. Christus vivit. Número 77)
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