No seamos una Iglesia
que no llora frente a estos dramas de sus hijos jóvenes. Nunca nos
acostumbremos, […] Ese dolor no se va, camina con nosotros, porque la realidad
no se puede esconder. Lo peor que podemos hacer es aplicar la receta del
espíritu mundano que consiste en anestesiar a los jóvenes con otras noticias,
con otras distracciones, con banalidades.
Quizás «aquellos que llevamos una vida más
o menos sin necesidades no sabemos llorar. Ciertas realidades de la vida
solamente se ven con los ojos limpios por las lágrimas. Los invito a que cada
uno se pregunte: ¿Yo aprendí a llorar? ¿Yo aprendí a llorar cuando veo un niño
con hambre, un niño drogado en la calle, un niño que no tiene casa, un niño
abandonado, un niño abusado, un niño usado por una sociedad como esclavo? ¿O mi
llanto es el llanto caprichoso de aquel que llora porque le gustaría tener algo
más?» Intenta aprender a llorar por los jóvenes que
están peor que tú. La misericordia y la compasión también se expresan llorando.
Si no te sale, ruega al Señor que te conceda derramar lágrimas por el
sufrimiento de otros. Cuando sepas llorar, entonces sí serás capaz de hacer
algo de corazón por los demás.
(Papa
Francisco. Christus vivit. Números
75-76)
No hay comentarios:
Publicar un comentario