Sorprendido por el cierto reconocimiento que obtuvo mi
soneto de la semana pasada, opto hoy por ofrecer otros dos. Éstos no son
recientes, tienen casi treinta años. Son de aquella época en la que uno tiene
una cierta facilidad para enamorarse, hoy ya perdida… ¡Ay!
Se me ha roto la rosa. Me he quedado
con el tallo y sin pétalos de flor;
se me ha partido a trozos ese amor
que soñé tantas veces conquistado.
Soñé, pues nunca tú me has dado
sino espinas de tu rosa; dolor
que halla su fortaleza ahora al calor
de este desierto donde me has dejado.
Dí que hacer con la tarde si no estás,
para qué libertad si no te tengo,
qué ponerme a mirar si tú te vas.
Para qué este trajín, el voy y vengo
de las horas que tejen su compás.
Para qué este escribir, si no te tengo.
Esas ventanas me han abierto puertas
para entrar en tu vida plenamente,
pasear por tu cuerpo y por tu mente
dejando mis pasiones como muertas.
Esas ventanas, que conocí abiertas,
permitieron estar contigo ausente
mostrándome el corazón fuerte y valiente
de un ser libre con metas aún inciertas.
Esas ventanas muestran la alegría
del Sol, calor que inunda tu morada
sabedor de tu suerte y de la mía.
Esas ventanas: rosa perfumada,
espina que me tiñe en sangre fría.
Tus ventanas… Tus ojos… Tu mirada…
1 comentario:
Si eres capaz de traer al presente aquellos sonetos tan emotivos (afortunada la persona objeto de tanta emotividad) es que todavía hoy conservas tu capacidad de enamorarte... Aunque la razón, hoy, ponga en su sitio los sentimientos (con el peligro de estrangularlos)
Un admirador...
Publicar un comentario